El Zaragoza maldice su puntería ante el campeón
El Real Madrid rebañó de chiripa un empate de Zaragoza que deja al equipo maño penando en el purgatorio para el juicio final en Mallorca. El 2-2 final no hizo justicia al angustioso esfuerzo de un grupo local que maldijo su puntería en una marabunta de ocasiones. La delantera maña -Sergio García, Óscar, Milito...- se empecinó en un despilfarro constante ante la portería de Dudek.
Presentó Schuster una alineación para dar batalla y credibilidad a esto de la lucha por el descenso y callar a los suspicaces. Sólo Casillas, Pepe y Raúl se cayeron entre los titulares indiscutibles. El campeón, sobrado a la contra ante la empanada mental zaragozista a la hora de tirar el fuera de juego, creó un incendio en cada llegada en el primer acto... pero no pisó a fondo el pedal en el segundo.
El Zaragoza se ve cada vez más cerca del cementerio y por eso juega con el pulsómetro al límite... Perdonó lo imperdonable en una película de suspense que convirtió la Romareda en un manicomio. En definitiva, la función deparó un espectáculo entretenido en el césped y en la grada, pendiente por radio de lo que hacían los otros implicados en el purgatorio.
Los Matuzalem, Milito, Oliveira y el derroche de Sergio García -tremendo en su desgaste y entrega, pero negado completamente ante el gol-, pusieron a prueba a Cannavaro y al olvidado Metzelder. Lo hicieron todo para ganar... intimidaron y superaron a golpe de testosterona a los visitantes, pero fueron escopetas de feria en el área. Más le hubiese valido tener la pluma afilada de Aimar, casi recién salido de una lesión, en mejor estado.
Tanto como la puntería de de su delantera, que desesperó a los suyos en una procesión de calamidades delante del suplente Dudek. Eso sí, el malabarista argentino hizo lo mejor en una de las artes que no domina: el cabezazo -uno se le fue por centímetros y otro se estrelló en el palo siempre llegando desde segunda línea-, antes de ser sustituido en la segunda mitad por Gabi. Sergio García, el hombre del partido para lo bueno -fantástico el centro del primer gol y en encarar al rival- y para lo malo, lo intentó de todas las formas que sabe, pero lo echó a perder en la suerte suprema -el gol- los varios boquetes que creó a la defensa.
La segunda parte acentuó más las diferencias entre uno que se juega la cabeza y otro, simplemente la honrilla. El Zaragoza, con la tensión de un condenado a muerte, echó todo lo que tenía en la caldera. Se tiró al cuello del campeón y lo zarandeó. Cercó con empuje a un equipo relajado y no lo tumbó de puro milagro. Se sucedieron muchos momentos que reclamaron el protagonismo de un acertado Dudek, al que conviertieron en el mejor elemento de los campeones. El Zaragoza no merecía morir de esa manera por semejante actitud.
El Madrid se agarró a la maldición ante la puerta del Zaragoza y de los contagolpes mortales, su más rentable especialidad. Higuaín y Guti se entendieron a ratos a la perfección ayudados por los nervios y el ansia local. Y en una de esas, Higuaín y Robinho convirtieron La Romareda en un funeral. El 'Pipita', crecido en sus heroismos recientemente ganados, soltó un pase magistral con la defensa maña abierta de para en par para que Robinho mandara a César a por tabaco con una vaselina de arte y sutileza.
Cuando más apretaban a la desesperada, los locales encontraron un mínimo de justicia en la enésima ocasión delante de Dudek. Y fue un defensa -Sergio Fernández- quién dio la esperanza del empate ante la dimisión en pleno de sus delanteros. Seguidamente, Dudek sacó otro mano a mano milagroso al 'buenazo' de Sergio García. Para cortarse las venas.
Los triunfos de sus más directos rivales, Recreativo y Osasuna, vuelven a meter al grupo maño en descenso, obligados a ganar en Mallorca para salvarse. Quién lo iba a decir de un presunto candidato a Champions por plantilla y que cuenta con una nómina de argentinos de primerísimo orden. La mejor noticia para los aragoneses es que dependen de sí mismos por el duelo de la muerte Recre-Valladolid, dos implicados en la guillotina.
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